Allí se encontraba Yerma, con su esposo en el piso, estrangulado, pálido como el áspero y triste inverno que le esperaba. Ella ya había terminado su venganza y poco a poco el cuerpo de su marido se secaba como su vientre, seco como una roca. Ella estaba allí sentada junto a él junto con su honra, sin posibilidades de robársela.
Yerma lo supo desde el primer momento: su sangre estancada como el agua de un estanque, Lentamente se empezaba a transformar en otra sustancia. Ella ya sabía que por sus venas no corría sangre sino veneno, el mismo que convirtió en una mujer mala la que logró llegar al punto de matar a su marido.
Al ver que ni su honra, ni su deseo se iba a concretar, lentamente Yerma fue hacia la concina, Tomó el cuchillo más filoso y se acostó junto a su marido. Ya no le quedaba ningún sentido para vivir, su vientre iba a estar seco por el resto de su vida, nunca podría tener un hijo. Tomó el cuchillo y cortó sus venas con tanta facilidad que en una fracción de segundos vio como su sangre color verde salía de su cuerpo.
Unos segundos después yo todo era oscuro.
¡Excelente, Manu! ¡Muy creativo!
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